La luz se cuela por las rendijas dirigiendo su demoniaco mensaje directo al rostro de los desprotejidos. En un intento desesperado huye, se esconde, se proteje. Pero es imposible, el mensaje ha sido entregado: un nuevo día comenzó.
La distancia entre el baño y mi cama en realidad es corta, pero por obsesión con el color verde realizo mis activiades de acicalamiento (sí, como los monos, los gatos o las marmotas) en el baño de la otra planta que es de color verde y no rosa como el que está a tan solo 12 pasos de mi cama.
Como todos los días y debido a una mala costumbre que me heredó mi padre, desayuno cereal de fibra con leche deslactosada (esa sí fue herencia de la maldita y cruel madre naturaleza que me hizo intolerante a la lactosa y muchas otras cosas y actitudes más), ahora lo hacen más rico agregandole pequeñas hojuelas cubiertas de chocolate y cuando me toca una entre miles me siento el más afortunado de la galaxia naucalpense.
Caminando hacia la vaina del camino (¡no se rian! Así se traduce Road Pod) que me llevará a mi estrepitoso viaje por el subterraneo y pestilente dragon anaranjado conocido como "esta chingadera que siempre se para" (o por lo menos asi le decimos siempre los pasajeros). Al salir del artefacto se puede percibir el ambiente de trabajo en el aire: una mezcla de humanidad y mal aliento producto de las prisas, el que de plano no se baño o no se lavó los dientes por levantarse tarde o por cochino y desconsiderado con sus acompañantes en tan mentado trayecto.
Trato de postergar la llegada a las minas de carbón intentando pararme en cada esquina con semaforo que me detenga mientras leo algún encabezado de los periodicos de uno que otro descuidado que me deja leer media página sobre su hombro o bajo su brazo. Leo que Fidel renuncia y admiro una bellisima foto de su juventud revolucionaria.
Una vez que se vuelve impostergable entrar a las minas hago lo propio, escucho los mensajes de los telefonos, prendo mi computadora reviso mi correo y espero la llegada (rezando siempre por una demora inesperada ¡Como no hay más arboles caídos en insurgentes!) de mi jefe.
Y eso fue lo de hoy, pensar como demonios exterminar del camino 5 horas diarias de leer el periodico, leer blogs, iniciar charlas (me choca el termino charla, suena igual de baboso que chatear) insipidas con cualquiera que esté conectado aunque no recuerde su nombre. Me gusta pensar que en algun lugar no muy lejano (como el despacho de al lado, o en media ciudad) hay alguien atrapado igual que yo.
La última media hora es la más tediosa, como si que fuera especialista en demoras o secretaria de gobierno, se va tan lento que te parece que tarda otras 5 horas. Maldita sea aun faltan 33 minutos...debí haber traido a mi Infamous Drinking Bird como el de Homero, para que hiciera mi trabajo mientras yo duermo.
He caído de nuevo en el mismo deja vu laboral que abandoné hace tan sólo un mes y siete días. ¿Cuánto va a durar este? Espero que se acabe mañana.
La distancia entre el baño y mi cama en realidad es corta, pero por obsesión con el color verde realizo mis activiades de acicalamiento (sí, como los monos, los gatos o las marmotas) en el baño de la otra planta que es de color verde y no rosa como el que está a tan solo 12 pasos de mi cama.
Como todos los días y debido a una mala costumbre que me heredó mi padre, desayuno cereal de fibra con leche deslactosada (esa sí fue herencia de la maldita y cruel madre naturaleza que me hizo intolerante a la lactosa y muchas otras cosas y actitudes más), ahora lo hacen más rico agregandole pequeñas hojuelas cubiertas de chocolate y cuando me toca una entre miles me siento el más afortunado de la galaxia naucalpense.
Caminando hacia la vaina del camino (¡no se rian! Así se traduce Road Pod) que me llevará a mi estrepitoso viaje por el subterraneo y pestilente dragon anaranjado conocido como "esta chingadera que siempre se para" (o por lo menos asi le decimos siempre los pasajeros). Al salir del artefacto se puede percibir el ambiente de trabajo en el aire: una mezcla de humanidad y mal aliento producto de las prisas, el que de plano no se baño o no se lavó los dientes por levantarse tarde o por cochino y desconsiderado con sus acompañantes en tan mentado trayecto.
Trato de postergar la llegada a las minas de carbón intentando pararme en cada esquina con semaforo que me detenga mientras leo algún encabezado de los periodicos de uno que otro descuidado que me deja leer media página sobre su hombro o bajo su brazo. Leo que Fidel renuncia y admiro una bellisima foto de su juventud revolucionaria.
Una vez que se vuelve impostergable entrar a las minas hago lo propio, escucho los mensajes de los telefonos, prendo mi computadora reviso mi correo y espero la llegada (rezando siempre por una demora inesperada ¡Como no hay más arboles caídos en insurgentes!) de mi jefe.
Y eso fue lo de hoy, pensar como demonios exterminar del camino 5 horas diarias de leer el periodico, leer blogs, iniciar charlas (me choca el termino charla, suena igual de baboso que chatear) insipidas con cualquiera que esté conectado aunque no recuerde su nombre. Me gusta pensar que en algun lugar no muy lejano (como el despacho de al lado, o en media ciudad) hay alguien atrapado igual que yo.
La última media hora es la más tediosa, como si que fuera especialista en demoras o secretaria de gobierno, se va tan lento que te parece que tarda otras 5 horas. Maldita sea aun faltan 33 minutos...debí haber traido a mi Infamous Drinking Bird como el de Homero, para que hiciera mi trabajo mientras yo duermo.
He caído de nuevo en el mismo deja vu laboral que abandoné hace tan sólo un mes y siete días. ¿Cuánto va a durar este? Espero que se acabe mañana.